...soñando con la calidez de unos brazos de mujer. De noche, ella se deslizaba entre su cuerpo, lentamente, prometiéndole muerte y olvido. Siseaba palabras en su lenguaje de reptil, le acariciaba con su lengua doble, enseñándole los colmillos llenos de dulce veneno. Había intentado abandonarla, pero siempre volvía a él al anochecer. Le había pedido clemencia imnumerables veces, pero jamás se la había concedido. Dos soles acompañaban su camino. El desierto, como la tristeza, no terminaba nunca.
Estefanía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario